domingo, 6 de julio de 2008

FIEBRE

Un velo me está buscando a ciegas*, para envolverme en su lechosa mortaja y dejarme flotando en un espacio suspendido de rostros desconocidos que me observan desde una cercanía que me avergüenza –pudor ajeno- relámpagos de miradas terribles, burlonas y también tiernas, que vienen atravesando frecuencias que abruptamente me elevan o me bajan. Feroz presión de molusco deslizándose por los andamiajes de mi cuerpo. Estoy apoyada en el costado izquierdo de mis cuatro desconocidas bisabuelas. Mi cuerpo gira buscando el eje de los antepasados varones y parece evaporarse en ese velo suelto, desgarro de otro que presiento más enorme en algún remoto lugar.
Unas manos heladas enfrían el paño que depositan en mi frente. Las manos de mamá que vienen viajando desde el confín de la casa anclada en mi infancia. Desde allí viene la burbuja rosa donde vive la niña que yo amo, que ríe ahora, aunque suele ser melancólica. Estás conmigo, por fin puedo recordar tus promesas; el paseo por las avenidas donde crecen los árboles sabios, el encuentro con los seres radiantes y tu permiso para liberar todos nuestros pájaros e inventar y que a vos no te importe que nos digan fabuladoras. Porque vos y yo sabemos que fabular no es nada malo.
-Perdón, perdón, no tuve el tiempo preciso de margaritas soleadas para tus inventos.
- No, no me hables de leyes secretas, no quiero recurrir a ellas, además siempre duermes.
- Porqué no me escuchás, aunque siempre te aprovechás de lo que sueño.

Abro los ojos a una oscuridad prolija con su memoria invertida en todos los tiempos, me introduce nuevamente en un sube y baja sin sostén. Nuevamente el paño frío y el cuerpo que se estremece con esa electricidad de hielo que me zambulle, con una pirueta, en la pileta de aguas heladas de los veranos calientes en la quinta de Benavides, y escucho el tintineo de una campanilla que tañe la tía Varinia llamando a la merienda, y los juegos con los primos en el patio circular caen despedazados por toboganes gigantes.

El frío y la tarde parda, el aroma de cáscara de naranja y azúcar quemada ardiendo y exhalando su aroma, y la resonancia de una radio en un tiempo distinto de la casa, da el toc de las cinco de la tarde, la voz anuncia que ya seleccionaron a los arquitectos que crearán un nuevo paisaje, un cambio de paisaje con mirada de provenir.
-Y la palabra, no crees que hay que volver a inventarla, porque es un fuego transformador, buscar la palabra como si no existiera la palabra. La palabra bella y plena de comunicación, que destruya murallas y construya vergeles. Entonces el mundo entero vendría a encontrarse con otra gente. Las barreras que los sentimientos de dualidad supieron construir, caerían. Un mundo sin miedos rastreros, nacería. Sonrisas, alegría sanadora, goces dispares de seres distintos…
No quiero escuchar tus discursos, hay rostros que me persiguen con sus miradas perpetúas ¿no los ves? Nos rodean, giran a nuestro alrededor. No temas, son fantasmas a los que tu miedo les da poder. Esto es un juego, siempre fue y será un juego.
Muevo la cabeza, el paño frío, caliente ahora, se desliza por mi brazo y cae al suelo. Atrapo parte de lo que dice la voz: se conmemora con un homenaje a las víctimas fatales del bombardeo efectuado sobre la ciudad de Buenos Aires…
-Te acordás cuando bajo aquel cielo bajo, plomo derretido que se adentraba en el cuerpo como un organismo ciego y fatal. Los aviones rugientes vomitaban fuego, éramos pequeñas y el absurdo nos parecía un juego, y era un juego porque así lo creíamos y nos sentíamos heroínas corriendo por la avenida inmensa de una ciudad de Buenos Aires que se volvió ajena y desierta. El odio y el amor son expresiones de la misma vara y el escenario el mismo, ¿con que rol actuamos o jugamos?
-Juguemos otra vez aunque sea de vez en cuando, yo sé que se te pierde la voz y que la piel se te hace tiempo, pero aún podés, ¡buscame sino me perderás!
La voz era lejos, mientras crecía en la burbuja rosa. La última cena después de la última cena fue en las costas del Mar de Galilea. Humo luminoso. Cristo con armadura. flamígera. Olor a peces cocinándose, ojos de cometa que dejan caer lágrimas.
Rudos hombres, esos apóstoles pálidos, olvidados de las promesas del Cristo, ojos de soles alumbrando el alma para desatar las dudas.
-¡Coman! les dice el transparente, gocen del festín Miren al oeste donde se levantan las brumas y se festejan las festividades del paraíso. No olviden mi alegría, no dejen aquí el retrato de la amargura. El otro es un riesgo que hay que abordar para fluir en la vida, sin el otro no se resuelve nada, de lo que aquí vinieron a realizar. Todo es juego, todo una ilusión del tiempo.

Una sorpresa de luz me disfraza el rostro, rápidamente los ritos secretos se repliegan, se desplazan hasta desaparecer la burbuja rosa. Alguien que no es mamá me acerca el té, tostadas y dulce, me tocan la frente, no son las manos heladas.Te bajó la fiebre, hace un rato volabas, ¿te prendo el televisor? No, quiero seguir escuchando la radio. No estaba encendida, ya la prendo. Dejá, está bien, prefiero el silencio, pero dejá la luz encendida.
*Olga Orozco

No hay comentarios: