domingo, 6 de julio de 2008

DON PEDRO Y EL JACINTO


Don Pedro, con andar decidido entra en la pulpería, saluda a los dos o tres parroquianos que merodean como las moscas en la penumbrosa y húmeda atmósfera del lugar. Pide las habituales botellas de ginebra al adormilado cantinero, son para él y para su amigo el Jacinto.
Sale de allá con ellas apretujadas, una bajo cada brazo; con anterioridad había acomodado el ala del sombrero sobre sus pobladas cejas, sabía que los últimos rayos del sol le darían de frente en la cara.
El campo obscurecía de a pedazos; tomó por el camino del costado que se pronunciaba en bajada y se dirigió hacia el río.
Lo recibió el pajonal, con su murmullo de insectos y la canción del agua acomodándose suavemente en la vegetación.
Llamó con voz áspera al Jacinto y éste le respondió, sonrió apresurando el paso.
Descorchó ambas botellas, el otro reía complacido, olfateando y saboreando la rigurosa bebida.
El transparente líquido fue desapareciendo entre cigarros de fuerte aroma, chanzas y risotadas. El río les acuna algunos sueños y ellos felices y aletargados no escuchan a los pájaros nocturnos que con sus graznidos agoreros anuncian esta historia.
Al amanecer, Pedro vuelve tambaleante, nombrando estrellas con palabras incomprensibles y con el estómago ardido, casi hasta el dolor.
Carmela su mujer- lo espera achuchada y llorosa- Pedro, Pedro ¿por dónde anduviste?-nos cansamos de buscarte por todos lados ¡No jodás!, dame agua, quiero dormir, dijo empujándola son demasiada fuerza, busca a tientas su catre tratando de llegar al otro cuarto. La mujer lo toma por los hombros y lo sienta en un asilla, su cabeza rueda por la mesa, balbuceante explica: ¡y dónde voy a estar, carajo, si no es con el Jacinto!
Despabiláte de una vez Pedro porque eso no puede ser, el Jacinto fue encontrado muerto en Esquina hace tres días, en un zanjón.
El hombre abrió los ojos con fuerza como queriendo entender y sostener en su cerebro lo que la mujer le estaba diciendo. Eso no es cierto, estuve con él hasta hace un rato.
Te digo, Pedro, que está muerto, yo misma con estos ojos, le he visto, anoche han traído el cadáver y con el comisario y la Adelina estuve en el reconocimiento.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola amiga...buenisimo!!!!