Diario
Día uno: tal vez martes en una hora salida del tiempo
En mi ojo izquierdo, en el ángulo derecho, insignificante espacio, acontece un extraño suceso: territorios en brumas giran a contramano.
El ojo derecho, ojo del águila, exige desenredar el ala de los túmulos de la mierda.
Acuosas tempestades y soy la mirada clara que vuela sobre la insignificancia.
Día dos: aterrizando en la mañana, pueda que sea miércoles
Hay demasiadas lágrimas en los valles del paraíso. Recuerdo mi adolescencia: mi jodida adolescencia, repleta de dones y yo una náufraga. Una extranjera que leía a Vallejos del que solo recuerdo el comienzo de un poema “Pobre el hombre…..”sí, pobre el hombre esgrimiendo luchas, creando rejas, atando alas, muriendo vidas por sus extrañas ideas. …..Miro el gato y suspiro, una larga envidia de pelambre acariciada, de sangre entregada al tibio sol del invierno, me ataca.
Día tres: otra vez la mañana con el lerdo gesto del despertar. Después averiguo que es jueves.
La mañana es un pájaro
que canta para mí
el alma
un espacio abierto
color arcángel
Día cuatro , creo que es viernes
Transito lloviznas
Mediodía gris
La calle un espejo opaco
Encuentro el silencio.
Día cinco: tendría que ser sábado pero como el viernes, los días fueron otros. Los desalojados del tiempo.
¡ No puedo vivir entre cadáveres, que asco! ¿ acaso no seré yo también un cadáver? No, me basta apoyar los pies, mi sagrados píes en la tierra para sentir como ella se despereza en mis entrañas.
Mi eterna compañera me muestra
Pupilas huecas abiertas a la nada
Huesos que se apilan uno sobre otros
Espaldas dobladas por bultos ancestrales
La bruja desdentada me obliga a mirarla
Ríe………ríe…….siniestra
Alarga sus dedos rasga velos
La vida blanca baila junto a ella
Nada es tan importante
Todo es parte de lo que si es importante
Día 6 : ES DOMINGO
Desperté pensando en recuperar mis herramientas: mi pluma, mis libros sagrados, mi baraja, mi religión del árbol, mi Jesús pagano. Ascenderé al silencio, mi lugar secreto, con mis animales y volveré a ser mi poder.
Ayer el mar vivió en mi cocina, con sus aromas más profundos
En lo hondo de una olla panzuda, aceite dientes de ajo dorándose color piletabenavidez en los primeros días de primavera. Espolvorear con ají molido y precipitar el perejil recién picado salpicando el ambiente de verde color, verde olor. Rojo el tomate y el pimiento se disputan en una danza sin fin la predominancia del color.
Los calamares y los mejillones comienzan a hervir y huelen a marrón yodado que las olas traen a la playa, son arena áspera alborotada por el viento sobre mi piel. Son sal en mis labios cuando me hundo en el hueco de las olas. Es el sol ardiendo en el frio de la noche del verano y mis pasos desbocados sobre la arena húmeda de un atardecer lujurioso inmerso en la realidad de Dios. Cuando están en su punto, tierna carne rosada, caparazones abiertos con promesa de arenisca resolviéndose en la boca, son entregados a la salsa humeante.
Después la recurrente gracia de todos los días, la desperdiciada bendición del sabor y el aroma, la felicidad de paladear, la felicidad de la comida compartida.
Es la noche: Mi alma es un vado iluminado por su presencia.
De la tierra herida
Emergerá un corazón de luz